Cada semana un cuento raro.
Los paraguas
Los paraguas
Había una vez un niño que tenía un paraguas amarillo. Lo llevaba sobre su cabeza, sujetado del revés, tanto si llovía como si no.
Ese paraguas brillaba cuando los rayos del sol iluminaban su tela amarilla.
Un día alguien dijo:
- No, el paraguas sólo se debe utilizar cuando llueve.
Y otra persona añadió:
- No, el paraguas jamás puede sujetarse al revés.
A pesar de las palabras que escuchaba, el niño no estaba triste pues el brillo de su paraguas nunca se apagaba.
Un día, vino una persona y tomó al niño de la mano mientras recogía el paraguas con la otra, los llevó hasta una casa grande, con jardín, árboles, columpios y una fuente. Ahí dejó al niño y le devolvió el paraguas muy bien cerrado.
- Ya puedes usar el paraguas como te plazca, aquí no te ve nadie.
Cuando el niño miró a su alrededor vio a otros niños en el jardín, y algunos sujetaban un paraguas. Unos lo tenían dobladito y se imaginaban que era un instrumento musical y soplaban y soplaban notas de armonía inventadas en su garganta; otros tenían un paraguas largo y robusto que apoyaban en el suelo a modo de bastón, para parecerse a los ancianitos de la residencia de al lado; algunos lo abrían y lo giraban a su alrededor mientras cerraban los ojos, a saber qué imaginaban ; y los demás se habían cansado de los paraguas, por eso los colocaron uno sobre otro hasta que construyeron una inmensa colina de colores, texturas, tamaños y brillos.
Aquel niño observó la montaña de paraguas abandonados y asustado apretó el suyo, todavía cerrado, contra su pecho.
Una persona se le acercó y le dijo:
- No puedes salir a la calle como los demás. El paraguas debe usarse cuando llueve, y debe sujetarse por el mango. No lo pongas al revés porque se llenará de agua. Hasta que no aprendas a llevar el paraguas como es debido no podrás volver a tu casa.
Las lágrimas brillaron en los ojos del niño, pero antes de permitir que resbalaran por sus mejillas, abrió de nuevo su paraguas amarillo y como siempre, lo sujetó al revés. El paraguas brilló de nuevo mientras recogía agua cuando llovía y así regar las plantas en los días más calurosos; cuando el viento soplaba fuerte lo colocaba frente a él y así paraba las ráfagas de aire; si el camino estaba lleno de piedras aprovechaba el mango curvado para apartarlas del camino, y al bailar lo cerraba y lo movía al ritmo de la música, de aquella música que soplaban otros niños sobre sus paraguas dobladitos.
Pasaron los días, las semanas y los meses. Tal y como querían las personas, el niño sujetaba el paraguas sobre su cabeza cuando llovía y no se mojaba, pero cuando hacía sol siguió llevando el paraguas amarillo al revés.
Y un día, una persona que miraba al niño con el paraguas amarillo, por fin dijo en voz muy alta y clara:
- Sólo los verdaderos artistas llevan paraguas cuando no llueve.
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