Cada semana un cuento raro
En un país igual, con pueblos iguales y entre iguales habitantes de igual parecido vivía Carlos, un jovencito muy diferente.
En un país igual, con pueblos iguales y entre iguales habitantes de igual parecido vivía Carlos, un jovencito muy diferente.
Cada
día era igual, todos saludaban de la misma manera, todos se vestían con los
mismos colores, y todos comían a la misma hora. Menos Carlos, que llevaba la
ropa con colores diferentes al resto, y comía antes que los otros.
Pero
Carlos quería ser igual que los demás, así que cada noche miraba a la luna y le
pedía un deseo: “Hazme igual que los demás”
Una
noche apareció un cometa de larga cola, al que ninguno de los miles de telescopios
iguales había detectado antes. El cometa cruzó sobre la luna de brillo único. Y
sobre la noche oscura dejó un brillo especial jamás visto.
Al
día siguiente, Carlos despertó y se miró al espejo. Su deseo se había cumplido;
cuando se miró al espejo vio que su cara era igual que las otras; de su armario
la misma ropa que tenían los demás, y al salir a la calle saludó de la misma
forma que le saludaban a él.
Era
igual que todos.
Y
los días pasaban de igual manera, haciendo lo que hacían el resto de habitantes,
hasta que un día todo se volvió aburrido y monótono.
Carlos
miró a su alrededor y observó que no había nada diferente.
La
mañana siguiente le preguntó a un habitante de su pueblo si podía decirle su nombre. La respuesta que
obtuvo fue: “Me llamo igual que tú”.
Carlos
le dijo: “Yo me llamo Carlos”, pero el habitante igual le contestó: “No, tú te
llamas igual que yo”
Entonces,
el jovencito Carlos se entristeció porque pensó que nadie recordaba el nombre
de nadie.
Aquella
misma noche pidió otro deseo a la simpar luna que asomaba en forma de sonrisa,
pero la luna, que era el único satélite
del planeta tierra, concedía deseos cuando consideraba que era necesario
hacerlo, así que Carlos tuvo que dormir muchas noches deseando lo mismo, hasta
que la luna apareció con un cálido brillo naranja pues estaba eclipsada por la tierra, algo que
no pasaba de manera habitual.
Y
a la mañana siguiente, Carlos, se miró en el espejo y vio su cara de antes de
ser igual, y comió antes que los demás, y los habitantes iguales volvieron a
saludarle por su nombre.
Fue
entonces cuando Carlos se dio cuenta de que ser diferente es hermoso, como la
luz de la luna, el brillo de un cometa o la misma tierra.
nota: todos los textos publicados bajo la etiqueta cuentos raros y hashtags, así como relaciones diversas, pertenecen a la Associació d'Apràxia Ocular registrada legalmente y a a Diari d'una Apraxia Ocular. No se permite la copia sin nombrar la pertenencia ni el lucro, así como tampoco la difusión.
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