Cada semana un cuento raro
LA ABEJA CROMA Y POR QUÉ NACEN FLORES RARAS ALGUNAS VECES.
Érase una vez una abeja simpática, soñadora y despistada. Se llamaba Croma y vivía con otras abejas en un panal muy grande.
LA ABEJA CROMA Y POR QUÉ NACEN FLORES RARAS ALGUNAS VECES.
Érase una vez una abeja simpática, soñadora y despistada. Se llamaba Croma y vivía con otras abejas en un panal muy grande.
Aquel panal colgaba de la robusta copa de un árbol muy alto, y por eso las abejas podían ver muy bien a todas las flores del jardín tan bonito que tenían a sus pies.
Cada mañana, las abejas salían ordenadamente a trabajar. Su función era ir de flor en flor y llevarse un sabroso néctar que convertían en miel. Cada abeja conocía a que flores debía ir, y nunca se equivocaban.
Pero cada vez que se posaban sobre una flor se les pegaba un poco de polen en las patas. Así, cuando iban a buscar néctar a otra flor, dejaban las bolitas de polen, y entonces ocurría algo maravilloso; si las flores amarillas recibían polen de color rojo, nacerían nuevas flores de tono naranja y cuando unas flores con pétalos rojos se manchaban con polen de flores azules, en primavera aparecían nuevas flores de color lila.
Gracias a las abejas, los campos se llenaban de flores con pétalos perfectamente coloreados.
Un día, la abeja Croma se detuvo a mirar el cielo e intentó adivinar la forma de las nubes, hasta que vio a sus compañeras regresar ya de la polinización y la recogida de néctar para hacer miel.
- Vamos Croma – dijo una abeja – Debemos regresar al panal, ya es tarde.
Croma se dio cuenta de que no había hecho su trabajo y decidió esperar a que todo el grupo de abejas regresara al panal para ir corriendo a sus flores, pero empezaba a oscurecer y Croma apenas podía ver dónde estaban sus flores, así que comenzó a posarse sobre algunas y a reposar sobre otras para recoger el polen y el néctar.
Días después llegó la primavera, y cuando las abejas salieron temprano a su jardín se quedaron boquiabiertas. Nunca habían visto el paisaje tan diferente que tenían delante.
- Pero… ¿Qué ha pasado? – se preguntó una abeja soldado
Nadie supo responder.
Croma asomó la cabeza entre las de sus compañeras, y pudo ver flores con los pétalos azules, rosas, naranjas, rojos, lilas pero también observó como otras tenían manchas de mil colores en sus pétalos.
- ¡Esto no es lo normal! – dijo un abejorro anciano.
- Claro que no – añadió otra abeja obrera – Los pétalos no pueden estar manchados, deben tener un color uniforme.
Croma pensó que quizás, cuando había salido a polinizar aquella tarde en la que el sol se ponía se equivocó y saltó sobre flores de otras abejas. Pero eso no significaba que no pudieran ofrecer el mejor de los néctares.
- No debe importarnos que los pétalos no tengan un color normal – respondió Croma a los murmullos de la colmena - ¿Por qué no probamos si pueden dar néctar y polen como las otras flores?
Las abejas se acercaron lentamente hacia el jardín y con cuidado se posaron sobre algunas flores manchadas para obtener su néctar. Comprobaron que la miel que obtenían del néctar de esas flores con manchas era tan rica como la de las flores con los colores lisos. Y decidieron que ya no sería raro ser diferente.
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